En este mismo momento, debería estar en un avión a Europa. Mi amiga Raquel y yo habíamos planeado este viaje durante seis meses. Nos íbamos a ir juntas por primera vez, al norte de Italia, a pasar unos días en el lago Como, cerca de la frontera entre Italia y Suiza.
No sé cómo contarles los meses de preparación, que fueron más que emocionantes. Habíamos hecho juntas nuestro equipaje para llevar, los vuelos reservados, auto de alquiler, alojamiento arreglado. Cabos sueltos había sido atado en casa y en el trabajo, alguien programado para recoger el correo, y traslado al aeropuerto arreglado.
Entonces sucedió lo inesperado. Ayer por la mañana, el día antes del que se suponía que volaríamos lejos, mi hijo adolescente se puso muy enfermo. (Nada de lo que amenaza la vida, y está bien.) Estuvimos en el consultorio del médico la mayor parte de ayer y tuvo que pasar algún tiempo en el hospital por la tarde y la noche. Al mediodía, yo estaba en un lío entre preocuparme por él, y la angustia de lo que esto significaría para la querida Raquel, mi compañera de viaje. Yo sentía una inmensa confusión acerca de si la situación merecía que me quedara o me fuera. Como las mujeres suelen hacer en estas situaciones, llame por teléfono a una amiga, a mi mejor amiga Jeanne, que me conoce tan bien y que va a decir lo que piensa con amor. Le pregunté qué hacer. Ella respiró hondo y dijo lo siguiente: "Europa estará siempre ahí. Tu hijo te necesita ahora mismo y te debes quedar. "
Casi siempre cuando he tenido un sueño audaz, lo he perseguido, y lo hago realidad, la idea de interrumpir cualquier cosa que es mi sueño me resulta difícil de aceptar. En medio de toda la agitación de ayer, yo no podía entender que Europa se estaba evaporando delante de mis ojos. Necesitaba alguien de confianza para que soplara el aire frío de la realidad en la cara. Yo necesitaba que me recordaran que la vida real a veces tiene sus sueños de triunfo.
Esta mañana me he despertado temprano para prepararme para una cita médica con mi hijo. Mi maleta llena estaba completamente abierta delante de mí, todo cuidadosamente doblado y empaquetado. Una ola de decepción y tristeza se apoderó de mí. Yo no iba. Raquel no iba. Tenemos que dejar ir a Europa esta semana.
De camino a casa de cita con el doctor, mi hijo se volvió hacia mí y dijo: "Mamá, lo siento mucho por echar a perder tu viaje." Sin vacilar ni pensar, respondí: "No hay lugar en el mundo que sea mejor para mí, que estar contigo ahora mismo. Puedo ir a Europa en cualquier momento. “La expresión de su rostro fue más valiosa más que mil viajes a Europa. Nunca olvidaré ese momento y su mirada de amor y de socorro, y tal vez se quedará en su cerebro de adolescente, así se que será recordado por el….
A veces la vida real puede prevalecer sobre sus sueños, ya veces le puede proporcionar un regalo mucho más grande que cualquier sueño se puede imaginar. Europa siempre estará ahí. . .
Juana Frontera-Fogel MD, Ed.M.S.
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